jueves, 25 de febrero de 2016

Achelense o Modo 2 o Early Stone Age (ESA)

Bifaz del achelense final. Dordoña. Foto: Ignacio Barandiarán
Junto con el Olduvaiense, el Achelense se ha incluido dentro del Early Stone Age (EAS). Esta cultura se extendió durante más de 1,5 Ma por una amplísima extensión de África y Eurasia. Gabriel de Mortillet recoció el Achelense en 1872, tomando como tipo los hallazgos de St. Acheul, en el norte de Francia.

La herramienta diagnóstico del Achelense fue denominada bifaz por Vayson de Pradenne (1920) y luego por Leakey atendiendo a su forma y prefiriendo este término a otros funcionales como hacha de mano o machete. Actualmente se prefiere utilizar large cutting tool (LCT), debido a que las hachas de mano no siempre son bifaciales y porque incluye además a las picas, a veces con forma triédrica, frecuentes en África, aunque con un retraso cronológico, pero raras en Europa.

El primer hallazgo africano de bifaces se produjo sobre 1880 cerca de Temassinine, Argelia; en los años siguientes se obtuvieron nuevos ejemplares en el norte de África. En el Este de África, las primeras colecciones se recogieron en los 1890, pero fueron las expediciones y publicaciones de Leakey (1931-1947) las que dieron a conocer las secuencias de Olduvai y yacimientos como Kariandusi y Olorgesailie. Tras nuevos descubrimientos en el norte, este y sur de África, que dieron lugar a diversas clasificaciones y etiquetas, el volumen colectivo “Background to Evolution in Africa”, editado por W. W. Bishop y J. D. Clark en 1967, recomendó la utilización exclusiva de “Acheulian”.

Ver también:

Características.


  • Se tiende al abandono de las secuencias operativas ortogonales y multidireccionales, de modo que la producción se concentra sobre las formas centrípetas bifaciales. Para obtener un bifaz, el fabricante rompe una pieza grande para obtener un núcleo y luego quita lascas de ambos lados para conseguir una forma plana y perfilada a lo largo de una circunferencia. La obtención de bifaces implica una tecnología por completo nueva.
    • Muestra sin la menor duda la presencia de un diseño.
    • Precisa numerosos golpes.
  • La nómina de instrumentos achelenses es muy variada, con una clara funcionalidad: 
    • El hacha de mano es el elemento central del achelense. Tiene forma de lágrima y una punta aguda en su extremo más estrecho. Hay diversas teorías sobre su utilización (cazar, cavar, descortezar, desmembrar…). Algunos investigadores piensan que las verdaderas herramientas eran las lascas. 
      • Para Shick y Toth, las hachas son adecuadas para matar y desmembrar animales. El gran tamaño procura un largo borde cortante y su peso permite utilizarla sin mango de forma efectiva. Las investigaciones de Keely confirmaron que el patrón de desgaste de las hachas es consistente con el descuartizamiento de animales.
      • Rick Potts et al descubrieron en Olorgesaillie (Kenya) un esqueleto de elefante datado en 1 Ma asociado a varias lascas procedentes de un hacha de mano.
    • El cuchillo o machete es un bifaz en forma de rombo, con un perfil plano y afilado en uno de los lados.
    • El pico es un bifaz más grueso y más triangular.
    • El hendedor es un útil africano tallado sobre lasca cuyo filo, transversal, no está retocado. Servía para cortar o cavar. En Europa es más escaso pero frecuente.
    • Raederas, buriles, perforadores y raspadores.
  • Materiales más variados. En El Greifa (Libia), se ha documentado la utilización de cuentas de cáscara de huevo de avestruz, con una datación de 300 ka (Robert G. Bdnarik, 2005).
  • La diferencia clave es la obtención de lascas ovales muy largas, de más de 10 cm. Hay que partir de núcleos muy grandes, por lo que la disponibilidad de canteras puede marcar diferencias importantes.
  • En los yacimientos, a partir de hace 1,7 Ma, la tendencia es a una mayor densidad de herramientas líticas, lo que refleja una mayor dependencia de estos artefactos en la vida diaria. Se usan las fuentes de materia prima de forma más sostenida y los hallazgos se extienden a entornos más abiertos. Ocasionalmente, algunas materias primas son transportadas a largas distancias.  
  • Los conjuntos líticos achelenses cambian relativamente poco a lo largo de 1,3 Ma, hasta desaparecer hace 0,3 Ma.
  • La etapa achelense más avanzada, obligaría a utilizar la técnica del soft-hammer.
    • El núcleo de piedra se trabajaba con un martillo de menor dureza, de madera o hueso, golpeando la piedra con un ángulo muy específico.
    • Para preparar el núcleo era necesario extraer pequeñas lascas.
    • Obtenida la forma aproximada, se iban eliminando esquirlas para adelgazar la pieza.
    • A lo largo de todo el proceso, los cantos más agudos debían pulirse para eliminar regularidades que pudieran desviar la fuerza del golpe de la maza.
    • Los golpes dados con una herramienta así permiten un control más preciso si bien obligan a un trabajo mucho más largo (Schick y Coth, 1993).
  • En periodos recientes (0,3 Ma), aparece la talla Levallois. Se desbasta un riñón de sílex en toda su circunferencia; se levantan lascas, pelando la superficie superior; se prepara un plano de golpeo en uno de los extremos del núcleo; se hace salta la lasca Levallois, que tendrá la misma forma que el núcleo (Bordes, 1988). Esta técnica se utilizó hasta hace 40.000 años.
Fases en la elaboración de un hacha de mano achelense. Haidle, 2012.

Cognigrama de la fabricación de un hacha de mano achelense. Haidle, 2012.

Los bifaces achelenses

Los bifaces achelenses introducen un elemento que debemos examinar con mucha atención: se trata de objetos de una belleza indudable. Son hachas de mano de una simetría sorprendente si atendemos a su edad y cuya elaboración cuidadosa parece reflejar un propósito estético, sin dejar de mantener su filo y su eficacia para cortar. Los bifaces más antiguos se han datado en ca 1,76 Ma y los más recientes entre 300-200 ka. Han aparecido a lo largo de millones de kilómetros cuadrados, cubriendo múltiples regiones ecológicas y cientos de miles de generaciones y se atribuyen a dos grados diferentes, erectus heidelbergensis y a Homo rhodesiensis.

La medida en que la simetría de los bifaces achelenses puede aclarar cuestiones relativas a la evolución cognitiva ha sido motivo de controversia (Derek Hodgson, 2015Corbey et al, 2016). En Boxgrove, se utilizaron martillos blandos para dar forma a las herramientas (Wenban-Smith, 1999), lo que sugiere un nivel de aprendizaje prolongado y una considerable habilidad que recluta a áreas particulares del cerebro anterior (Stout et al, 2006; Stout, 2011; Stout et al, 2015).

¿Constituyen una categoría precisa y útil?

Hay acuerdo generalizado en considerar los bifaces como un tipo a pesar de las diferencias en forma, tamaño y materia prima (Para la variabilidad, Machin, 2009). Por el contrario, Nicoud (2013) considera que se trata de una agrupación artificial sobre la base de similitudes morfológicas y tecnológicas superficiales.

Para John McNabb y James Cole (2015), la clave para entender la cultura material achelense es la variabilidad y la simetría y refinamiento en hachas de mano es probable que sean características locales.
  • Shipton (2013) encontró incrementos en el tamaño del cerebro de los Homo al principio y el final del achelense, precisamente, cuando se produjeron cambios importantes en el refinamiento y la tipología de las herramientas vinculados a un control motor fino mejorado. Si la simetría no aparece en todos los conjuntos, puede deberse, por ejemplo, a fluctuaciones en los niveles de las poblaciones. 

Su simetría y belleza, ¿fue buscada intencionadamente por los autores?

Goren-Inbar y Sharon (1999, 2006), Klein (2000), Wynn (2002), Stout (2011), Shipton (2013) y otros, sostienen que la simetría de los bifaces es importante para entender el comportamiento humano. Varios estudios han demostrado la preferencia por la simetría en los conjuntos achelenses (por ejemplo Saragusti et al, 2005; Grosman et al, 2008; Couzens, 2012, Beyene et al, 2013 o Beyene, 2013) y una tendencia a lo largo del tiempo hacia bifaces más simétricos, delgados y estandarizados (Goren-Inbar y Sharon, 1999, 2006); Klein, 2000; Couzens, 2012; Shipton et al, 2013; Sahnouni et al, 2013). Las conductas necesarias para su fabricación se han copiado de otros individuos y, por tanto, son objetos culturales (Mithen, 1994).
Por el contrario, McPherron (2009) y McNabb (2013), entre otros, consideran que la simetría puede ser explicada por las limitaciones funcionales o sostienen que no existe una tendencia apreciable hacia herramientas simétricas o refinadas.
  • Foley (1987) y Richerson y Boyd (2005) señalan que el aprendizaje cultural en grupos pequeños, relativamente aislados, debería haber dado lugar a tradiciones rápidamente divergentes en lugar de a la desconcertante estabilidad geográfica y temporal exhibida por el hacha de mano achelense. Sugieren que este conservadurismo puede ser una prueba de transmisión genética.
    • La objeción más obvia a este argumento es que ignora la posibilidad de que la estabilidad en la forma estuviese ligada a una función específica. 
    • Enquist y Arak (1994) sostienen que la preferencia por la simetría aparece, en términos filogenéticos, como un subproducto de la necesidad de reconocer objetos al margen de su posición respecto del campo visual; existe una tendencia, fijada durante el proceso evolutivo, hacia la elección de formas simétricas. Los bifaces podrían ser una primera manifestación de esa tendencia hacia la simetría lateral.
  • Raymond Corbey et al (2016), revisan algunas líneas de evidencia en favor del control genético y en contra de la transmisión cultural.
    • A lo largo de casi 1,5 Ma, un error de copia de un 3% -5%, esperable en la transmisión cultural, habría producido un considerable variación en formas y tamaños. Por otra parte, la influencia de diferentes ambientes ecológicos debería de haber producido también variaciones en la transmisión cultural.
    • Los bifaces se dejaron de fabricar hace 300-200 ka dejando paso a cambios relativamente rápidos en las tecnologías líticas. Este marcado aumento en la velocidad de cambio se ha intentado explicar mediante hipótesis poco convincentes:
        • Un cambio cognitivo heredable que permitió acervos culturales más complejos.
        • Un mayor tamaño de la población.
      • Una hipótesis prometedora liga el tempo de la evolución cultural con los mecanismos de atención, percepción y motivación desarrollados durante la ontogenia gracias por ejemplo a la aparición de nuevos tipos de organización social que favoreciesen el contacto entre maestros y discípulos. Aumentaría entonces la importancia del aprendizaje cultural en relación al determinismo genético (Heyes, 2012).
    • Movius (1948) señaló que se habían hallado bifaces en el este y el sudeste de Asia, pero recientemente han aparecido en varios lugares de China, a unos 1.500 km al nordeste de la línea Movius. Pero, ¿cómo se transmitieron culturalmente estos comportamientos?: Una posibilidad es que los Homo chinos mantuviesen contactos con grupos del Oeste productores de bifaces. La otra es que transmitiesen el conocimiento aunque no produjesen los bifraces durante muchas generaciones. Ninguno de los dos escenarios parece probable. Por el contrario, el control genético sí explicaría la fabricación de bifaces en el momento en que estuvo disponible una materia prima de suficiente calidad. Otra explicación menos parsimoniosa, es la evolución convergente.
    • Poniendo a prueba las predicciones de la teoría neutral  de la evolución en relación a los cambios en la simetría, Lycett (2008) sostiene que la variabilidad disminuye con la distancia desde África de una manera que es incompatible con efecto fundador iterativo. Sobre esta base, sostiene que los aspectos de la simetría estaban sujetos a fuerzas selectivas y menciona la posibilidad de que la genética influyera en el diseño de los bifaces.
    • Los humanos podemos medir las intenciones y sentimientos y copiar y predecir las acciones de los demás gracias a las neuronas espejo. Estudios recientes han comenzado a vincular las neuronas espejo con una pre-programación genética específica. Del Giudice, Manera, y Keysers (2008) sostienen que es razonable esperar que una habilidad crucial para la supervivencia como el reconocimiento de la acción y el aprendizaje mediante la observación se convirtiera en innata durante la historia filogenética.
    • Los circuitos neuronales responsables de la producción del lenguaje se solapan considerablemente con áreas que controlan la manipulación y está bajo fuerte control genético. Stout et al (20082009) sostienen que tanto la fabricación de herramientas como el habla están soportadas por capacidades humanas para una actuación compleja dirigida a objetivos y coevolucionaron a la vez que la lateralización funcional y la expansión de la corteza de asociación.
    • En los niños, la utilización de herramientas de forma similar a como lo hacen los grandes simios, es innata (Reindl et al, 2016).
    • La producción de bifaces puede compararse con algunos comportamientos de los pájaros (canto, uso de herramientas, construcción de nidos), sometidos a un sustancial control genético. Cuando los animales no humanos muestran un comportamiento complejo, el supuesto por defecto es que está bajo control genético. Para un comportamiento complejo en humanos y otros homínidos. Para los Homo, sin embargo, la posición por defecto es invocar la cultura y no los genes.
    • Es posible que estemos ante la presencia de resultado debido al efecto Baldwin (Sterelny, 2004; Weber y Depew, editores, 2003): Respuestas aprendidas a los estímulos ambientales pueden ser sustituidas por comportamientos controlados genéticamente que se producen con poco o ningún aprendizaje como resultado de la presión de selección sobre las capacidades técnicas de la especie. La acumulación de modificaciones genéticas en la dirección marcada por la tecnología lítica pudo haberse traducido en un comportamiento innato.
  • White y Foulds (2018) consideran la simetría un acto deliberado, socialmente mediado. Argumentan que la tecnología lítica en general, y las bifaces en particular, eran parte de un sistema de recompensa de placer vinculado a las neuronas liberadoras de dopamina en el cerebro.
  • Para Washburn y Lancaster (1968) un mejor comportamiento aerodinámico que permitiese alcanzar a distancia las presas explicaría por sí sola la forma simétrica. Añaden que la capacidad de apreciar el producto debió evolucionar junto con la competencia en la manufactura y el uso, hasta que el útil simétrico se convierte en un símbolo, más allá de la simple herramienta. Esta hipótesis es completamente especulativa y sin el menor soporte empírico.
  • Línea Movius. Romanowska et al, 2016.

    ¿Tenían una utilidad práctica o eran objetos simbólicos?

    ¿Qué distingue un objeto simbólico? Los objetos que no tienen utilidad directa alguna pueden ser considerados como simbólicos. Pero esta definición tiene puntos débiles. A menudo no resulta fácil saber cuál es la función de un objeto.

    Para algunos, su función es meramente práctica (herramienta de corte o arma). Otros apuntan a una función social o simbólica.

    Según la hiótesis del bifaz sexy (Kohn y Mithen, 1999) dedicar tiempo y energía a un utensilio delicadamente simétrico supuso un hándicap para su creador. Siguiendo el principio del hándicap (Zahavi, 1997) su producción habría sido un indicio claro de que el macho poseía buena salud genética y fisica, cualidades que cualquier madre desearía para sus hijos. Por otra parte, los machos estarían aprovechando una preferencia de las hembras por la simetría. Si esta hipótesis es correcta, la mayoría de los bifaces serían construidos por machos.
    • Esta hipótesis explica la abundancia de bifaces en el registro arqueológico, muchos de ellos sin rastros de haber sido utilizados y algunos de un gran tamaño, demasiado grande para su uso real (Hodgson, 2008).
    Mimi Lam (2013) ha propuesto que los bifaces pudieron haber sido objeto de comercio y seña de distinción social entre los grupos humanos gracias a su durabilidad, utilidad y estandarización del diseño. La investigadora distingue tres fases en el tiempo para la construcción de los bifaces: una primera fase en la que el bifaz se contextualiza como elemento práctico multifuncional, una segunda fase en la que la producciónn del bifaz estaba estandarizada y configurada para convertirse en objeto de intercambio de productos básicos en las redes sociales y asumir un significado simbólico, y una tercera fase en la que se convierte en un símbolo de poder cultural y objeto de intercambio como regalos entre distintos clanes. Pope et al (2006) sugieren que los bifaces fueron utilizados como una marca visual del territorio y Thorsten Uthmeier (2016) como marcadores de identidad social.

    De acuerdo con las conclusiones de la investigación de Baena, Torres y Sharon (2018) en la Cuenca de Madrid sobre el ciclo de vida de los bifaces, hay evidencia de uso de bifaces en carnicería.
    Herramientas características del Achelense. A) Bifaz; B) Hendedor. Dibujo de materiales procedente de Olorgesailie, Kenia. Recogido por Ambrose (2001).

    Evolución tipológica

    1. Los primeros conjuntos achelenses están formados por grandes cantos retocados poco trabajados con formas apuntadas.
    2. Van apareciendo piezas con simetría bifacial y complejas cadenas operativas de fabricación (Roche y Texier, 1996).
    3. En la última fase del achelense africano, los bifaces responden a formas perfectamente simétricas y estandarizadas. Para Wynn (1989) esto supone manejar conceptos espaciales (tridimensionales) idénticos a los que utilizamos los humanos modernos. Según Edwards (2001) requieren varias horas de trabajo especializado.

    Etimología

    Toma el nombre del lugar donde se encontraron los primeros utensilios (St Acheul en Francia).


    063583918772
    Hacha de mano de Isimila (Iringa, Tanzania)

    Achelense Medio (1-0,6 Ma)

    Para yacimientos anteriores a 1 Ma (transición oludvaiense-achelense o Achelense Inferior), pulsar aquí.

    Los yacimientos del Este de África muestran mejoras en la producción de las LCT y en algunos de ellos aumenta el número de hachas de mano. Los cambios en la descamación son probablemente el resultado de una mayor atención a la creación de piezas de corte afiladas y las picas son ahora más fácilmente distinguibles.
    • Daka, Etiopía, 1 Ma. Deheinzelin et al, 2000.
      • Herramientas asociadas a varios restos de Homo, entre los que figura un cráneo.
    • Buia, Eritrea 1 millón de años. Abbate et al. 2004.
      • Cráneo de Homo asociado.
    • La Boella, 1 millón de años.
    • Thomas Quarries, 989.000 años.
      • Grotte des Rihinocéros (o Oulad Hamida 1 o Thomas Quarry III). Asociados a Homo erectus.
      • Grotte à Hominidés, Thomas Quarry 1. Asociados a Homo erectus.
    • Olorgesaille, Kenya, 983.000 años (Isaac, 1977).
      • Herramientas asociadas a fragmentos de cráneo de Homo,
    • Olduvai, Tanzania, 975.000 años (Leakey y Roe, 1994).
      • Las hachas de mano de la Bed IV (ca 0,95-0,78 Ma; Peters et al 2008) muestran una mayor regularidad de formas y perfiles más delgados, los machetes se hacen más frecuentes y, a menudo más elegantes. En las Masek Beds (ca 0,78-0,5 Ma; Peters et al., 2008), presentan una forma todavía más estandarizada y manifiestan un alto grado de competencia tecnológica. 
    • Isampur, India, 915.000 años
    • Makuyuni, Tanzania, 900.000 años
    • Evron Quarry, Israel, 890.000 años
    • Estrecho del Quípar, Cueva Negra, 885.000 años
    • Saldanha, 800.000 años
    • Melka Kontoure, 790.000 años
    • Bose Basin paleolithic sites, China, 783.500 años.
    • Gesher Benot Yaakov, Israel, 780.000 años. Sharon y Goren-Inbar, 1999. 
    • Solana del Zamborino, 760.000 años
    • Attirampakkam India, 750.000 años
    • Isenya , Ethiopia, 750.000 años 27. 
    • En Kathu Pan 1 (KP1), Sudáfrica, se han hallado puntas con evidencias de haber sido utilizadas como lanzas. Serían las más antiguas herramientas con mango conocidas, datadas en hace 500 ka.
    • Kathu Townlands, Sudáfrica, con una alta densidad de artefactos. Pendiente de datación, se estima entre 1-0,7 Ma.
    La secuencia mejor conocida es la de Olorgesailie (Kenia), descubierta por J. W. Gregory en 1919 y excavada por los Leakey en los cuarenta y por Isaac en 1977. Desde los años 1980, la investigación ha sido continuada por el Smithsonian y los Museos Nacionales de Kenya. Se identificaron 14 estratos distintos que abarcan desde los 0,99 Ma. En los estratos más antiguos, los restos arqueológicos están más concentrados mientras que los más modernos presentan una continuidad. El achelense aparece datado entre 615-499 ka continuando una larga transición faunal y tecnológica hasta la aparición de la MSA hace ca 320 ka (Deino et al, 2018). La zona disponía de un lago de agua fresca que debió atraer a los homínidos. Isaac la describió como una llanura herbácea con algún arbolado, regada por arroyos estacionales. Todos los conjuntos líticos se hallaron en medios arenosos, lo que indica una ocupación sistemática de los mismos lugares en los arroyos. La tecnología Levallois ya estaba presente en los horizontes más tardíos de los miembros 11 y 13 (entre hace 615-550 ka). Además de las herramientas líticas, se encontraron huesos muy fragmentados, que Isaac atribuyó a la extracción de la médula, correspondientes a una fauna muy variada. En un yacimiento se asociaba claramente la industria lítica al esqueleto de un hipopótamo y en otro había evidencias de la caza de babuinos por los Homo, aunque sigue abierto el debate sobre la posible acumulación de restos por los flujos hidráulicos. En el Site 15 parece clara la relación entre un esqueleto de Elephas recki y herramientas líticas, incluyendo dos bifaces (Potts, 1989). Investigaciones recientes han recuperado restos fósiles de homínidos en el sitio, incluyendo un cráneo parcial KNM-OL 45500 (Homo erectus), en el mismo nivel estratigráfico que dos hachas de mano achelenses y varias escamas, y junto a depósitos densos de hachas de mano. La densidad de bifaces es más alta en los yacimientos de los cursos fluviales y las raederas dominan en los yacimientos cercanos al lago.
    • Marius J. Walter y Martin H. Trauth (2013) probaron experimentalmente el origen fluvial de todas las acumulaciones con excepción de Olorgesailie Main Site H/6A, donde los objetos se hallaron en posiciones aleatoras, por lo que sigue siendo posible la intervención directa de los fabricantes y la intencionalidad.
    • El achelense está asociado a un mayor ritmo de fluctuación climática que en el periodo precedente (Potts et al, 2018)
    En Kilombe apareció una abundante concentración de piezas líticas sin restos óseos.
    Igualmente, en Isimila (Tanzania) se halló una concentración insólita de bifaces sin apariencia de haber sido usados.

    Achelense Superior (0,6-0,3 Ma)

    Entre 0,6-0,5 Ma, aumenta el número de sitios arqueológicos en África (Clark, 2001a), indicando el éxito evolutivo de Homo. Los conjuntos muestran una mayor variabilidad que se puede explicar por las diferencias en las materias primas y el medio ambiente, una mayor habilidad evidente en la descamación de núcleos, la adquisición de algunas materias primas en fuentes distantes, y la conformación de mejores ejemplos de LCT. La explicación más lógica de estos cambios es una mayor habilidad cognitiva de los Homo. Los fósiles relevantes incluyen el cráneo de Bodo (Etiopía) la calota de Elandsfontein (Sudáfrica), el cráneo de Ndutu (Tanzania) y el cráneo de Kabwe (Broken Hill, Zambia). Pero no se puede descartar la autoría de Homo naledi, con un cerebro relativamente pequeño.
    • Elandsfontein, Sudáfrica. Forrest, 2017.
    • Kathu Pan, Sudáfrica.
    • Kapthurin, Kenia.
    • Olduvai, Tanzania (Leakey y Roe, 1994).
    • Middle Awash Valley, Etiopía (Heinzelin et al, 2000). 
    • La secuencia en Kalambo Falls incluye un achelense superior y una industria sangoense suprayacente (Clark, 2001b), con una técnica depurada evidente, descamación intensa, tallado fuerte de los bordes alrededor de la totalidad o la mayor parte del perímetro con retoque y eliminación cuidadosa de pequeñas escamas, ausencia de fracturas, simetría y uso de martillo suave para el trabajo más fino. El mayor esfuerzo se aplica a la mejor materia prima.
    El achelense tardío se ha documentado en 0,212 Ma en Mieso Valley (Etiopía; Ignacio de la Torre et al, 2014).


    La imagen a tamaño completo (77 K)
    Acumulación de hachas de mano de Olorgesailie y plan de excavación original de Isaac (1977).

    Bibiliografía:
    • ABBATE, E., B. WOLDEHAIMANOT, Y. LIBSEKAL, T.M. TECLE & L. ROOK. (ed.) 2004. A step towards human origins: the Buia Homo one-million-years ago in the Eritrean Danakil Depression (East Africa). Rivista Italiana di Paleontologia e Stratigrafia 110, Supplement. 
    • BRINK, J.S., A.I.R. HERRIES, J. MOGGI-CECCHI, J.A.J. GOWLETT, C. B. BOUSMAN, J.P. HANCOX, R. GRUN, V. EISENMANN, J.W. ADAMS & L. ROUSSOUW. 2012. First hominine remains from a 1.0 million year old bone bed at Cornelia-Uitzoek, Free State Province, South Africa. Journal of Human Evolution 63: 527-35. 
    • CLARK, J.D. 2001a. Variability in primary and secondary technologies of the Later Acheulian in Africa, in S. Milliken & J. Cook (ed.) A very remote period indeed: 1-18. Oxford: Oxbow Books. - 2001b. Kalambo Falls prehistoric site, Volume III. London: Cambridge University Press. 
    • DE HEINZELIN, J., J.D. CLARK, K.D. SCHICK & W.H. GILBERT. 2000. The Acheulean and the Plio-Pleistocene deposits of the Middle Awash Valley, Ethiopia (Belgique Annales-Sciences Géologiques 104). Tervuren: Muse ´e Royal de l'Afrique Central. 
    • DE LA TORRE, I., R. MORA & J. MARTINEZ-MORENO. 2008. The early Acheulean in Peninj (Lake Natron, Tanzania). Journal of Anthropological Archaeology 27: 244-64.
    • GALLOTTI, R & MUSSI, M. 2018. The Emergence of the Acheulean in East Africa: Historical Perspectives and Current Issues.
    • GIBBON, R.J., D.E. GRANGER, K. KUMAN & T.C. PARTRIDGE. 2009. Early Acheulean technology in the Vaal River gravels, South Africa, dated with cosmogenic nuclides. Journal of Human Evolution 56: 152-60. 
    • GOREN-INBAR, N. L. GROSMAN & G. SHARON. 2011. The technology and significance of the Acheulian giant cores of Gesher Benot Ya‘aqov, Israel. Journal of Archaeological Science 38: 1901-17. 
    • ISAAC, G.L. 1977. Olorgesailie. Chicago: University of Chicago Press. KUMAN, K. 2007. The earlier Stone Age in South Africa: site context and the influence of cave studies, in T.R. Picker-ing, K. Schick & N. Toth (ed.) Breathing life into fossils: taphonomic studies in honor of C.K. (Bob) Brain: 181-98. Bloomington (IN): Stone Age Institute Press. 
    • KUMAN, K. & R.J. CLARKE. 2000. Stratigraphy, artefact industries and hominid associations for Sterkfontein, Member 5. Journal of Human Evolution 38: 827-47. LEAKEY, M.D. 1971. Olduvai Gorge, Volume III. Cambridge: Cambridge University Press. 
    • LEAKEY, M.D. & D.A. ROE. 1994. Olduvai Gorge, Volume 5: excavations in Beds III, IV and the Masek Beds, 1968-1971. Cambridge: Cambridge University Press. 
    • LEPRE, C.J. & D.V. KENT. 2010. New magnetostratigraphy for the Olduvai Subchron in the Koobi For a Formation, northwest Kenya, with implications for early Homo. Earth and Planetary Science Letters 290: 362-74. 
    • LEPRE, C.J., H. ROCHE, D.V. KENT, S. HARMAND, R.L. QUINN, J.-P. BRUGAL, P.-J. TEXIER, A. LENOBLE & C.S. FEIBEL. 2011. An earlier origin for the Acheulian. Nature 477: 82-5. 
    • PETERS, C.R., R.J. BLUMENSCHINE, R.L. HAY, D.A. LIVING-STONE, C.W. MAREAN, T. HARRISON, M. ARMOUR-CHELU, P. ANDREWS, R. BERNOR, R. BONNEFILLE, & L. WERDELIN. 2008. Paleoecology of the Serengeti-Mara ecosystem, in A. Sinclair, C. Packer, S.A.R. Mduma & J.M. Fryxell (ed.) Serengeti III: humans' impacts on ecosystem dynamics: 47-94. Chicago: University of Chicago Press.
    • PICKERING, T.R., M.B. SUTTON, J.L. HEATON, R.J. CLARKE, C. K. BRAIN & K. KUMAN. 2012. New stratigraphic interpre-tations and hominid fossils from Swartkrans Member 1 (South Africa). Journal of Human Evolution 62: 618-28. 
    • POTTS, R. 1998. Environmental hypotheses of hominin evo-lution. Yearbook of Physical Anthropology 41: 93-136. 
    • SHARON, G. & N. GOREN-INBAR. 1999. Soft percussor use at the Gesher Benot Ya'aqov Acheulian site? Journal of the Israel Prehistoric Society 28: 55-79. 
    • WILKINS, J. & M. CHAZAN. 2012. Blade production � 500 thousand years ago at Kathu Pan 1, South Africa: support for a multiple origins hypothesis for early Middle Pleistocene blade technologies. Journal of Archaeological Science 39: 1883-900.


    Te puede interesar:

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario