C. Owen Lovejoy. 2009. |
Para Lovejoy (1981), la clave del éxito adaptativo de nuestros antecesores estriba en una división estricta de las funciones de los distintos sexos.
v La bipedia tiene gran importancia en el modelo de Lovejoy. En su esquema,
no está ligada a la fabricación y uso de herramientas: se explica por la simple
capacidad para transportar alimentos. El éxito adaptativo de la bipedia es la
posibilidad de acortar el lapso entre los nacimientos y la cría de varios hijos
a la vez y por consiguiente aumentar la población, gracias a que el macho se
encarga de la búsqueda de alimentos contribuyendo a la nutrición y protección
de los hijos. Al igual que en la mayoría de los primates, los machos se
encargarían de la defensa del territorio y de la identificación y rechazo de
los predadores y del aprovisionamiento mientras las hembras son responsables
directas del cuidado de las crías.
v Este comportamiento acabaría por construir fuertes lazos entre parejas de
apareamiento. La selección femenina y la ovulación oculta son esenciales en ete
modelo. Los Hominini contarían con una característica propia e inusual: la
familia monogámica.
o La pérdida del dimorfismo sexual en el tamaño de los caninos sería una
prueba de ello, toda vez que la unión monogámica no precisa ya de la
competencia entre los machos adultos por el acceso a las hembras. Ardipithecus ramidus y Australopithecus afarensis serían monógamos.
o Otros rasgos dimórficos se acentuarían por el contrario en la transición
hacia la monogamia: el vello de la cara, el pene notorio, las grandes mamas.
Según Serguéi Gavrilets (2012), la formación de parejas se inició cuando
los machos de bajo rango comenzaron a aprovisionar a las mujeres que les eran
más fieles. Las hembras dejaron de elegir a los machos dominantes como pareja
reproductiva por aquéllos menos importantes en la jerarquía, pero que les
proporcionaban otras seguridades, desde alimento hasta protección para sus
crías. A cambio, ellas se convirtieron en sus fieles compañeras. Una vez que el
proceso estuvo en marcha, dio lugar a un tipo de autodomesticación que resultó
en una especie (nosotros) que vive en grupo de machos proveedores y mujeres
fieles. Lo original de este trabajo es el cambio de comportamiento simultáneo
de machos y hembras por un interés mutuo, la acción combinada.
En contra de estas teorías constatamos un alto dimorfismo (como el de los
gorilas) en Australopithecus afarensis,
que ya era completamente bípedo. En cuanto a los caninos, el dimorfismo es
menor. Esto hace que sea difícil inferir el tipo de organización familiar
dominante en esta especie que, en todo caso, no debió ser la monogamia.
Para Bernard Chapais no hay razón para pensar que las madres pidieron
ayuda a los padres en la forma de machos que las aprovisonaban. Es más realista
una transición gradual hacia la unión de parejas, dentro de un sistema
polígamo, donde machos individuales permanecen ligados a un harén de varias
hembras, tal como es el caso de los gorilas.
John Hawks señala que el dimorfismo canino es tan grande en los bonobos como en Ardipithecus. Para Frans de Waal no hay ninguna evidencia de monogamia en este género y Richard Lawler afirma que el dimorfismo sexual en los primates sugiere poliginia, pero la ausencia de dimorfismo sexual no indica nada. Ni siquiera los sapiens modernos encajan bien en el modelo de pareja monogámica.
Adrian Viliami Bell et al (2013) señalan que todas las madres humanas reciben ayuda para la alimentación y cuidado de sus hijos de muchas personas, no sólo el padre del niño. Una estrategia reproductiva más consistente con la cría cooperativa o comunal que con la monogamia. El análisis matemático efectuado por los autores sugiere que la cooperación femenina, en lugar de la atención bi-parental, habría proporcionado un sistema más robusto para ayudar a las madres.
Paul E. Smaldino et al (2013) proponen un modelo en el que la cooperación en la crianza es adaptativa en circunstancias adversas, lo que es coherente con la historia evolutiva de Homo. En el modelo de K. L. Kramer (2014) es adaptativa la ayuda de los hijos juveniles a su madre y hermanos menores.
John Hawks señala que el dimorfismo canino es tan grande en los bonobos como en Ardipithecus. Para Frans de Waal no hay ninguna evidencia de monogamia en este género y Richard Lawler afirma que el dimorfismo sexual en los primates sugiere poliginia, pero la ausencia de dimorfismo sexual no indica nada. Ni siquiera los sapiens modernos encajan bien en el modelo de pareja monogámica.
Adrian Viliami Bell et al (2013) señalan que todas las madres humanas reciben ayuda para la alimentación y cuidado de sus hijos de muchas personas, no sólo el padre del niño. Una estrategia reproductiva más consistente con la cría cooperativa o comunal que con la monogamia. El análisis matemático efectuado por los autores sugiere que la cooperación femenina, en lugar de la atención bi-parental, habría proporcionado un sistema más robusto para ayudar a las madres.
Paul E. Smaldino et al (2013) proponen un modelo en el que la cooperación en la crianza es adaptativa en circunstancias adversas, lo que es coherente con la historia evolutiva de Homo. En el modelo de K. L. Kramer (2014) es adaptativa la ayuda de los hijos juveniles a su madre y hermanos menores.
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